Las experiencias de regulación de los mercados de cannabis en Uruguay, algunos estados de Estados Unidos y Canadá se han convertido en auténticos laboratorios sociales a los que el resto del mundo mira en busca de respuestas, soluciones e inspiración.
Actualmente, decenas de países de todos los continentes cuentan con programas de cannabis medicinal. En el contexto europeo, por ejemplo, Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Portugal o Italia. También Israel, Argentina, Chile, Colombia, México, Tailandia, Australia o Nueva Zelanda. Una lista que se va ampliando año tras año.
En 1996 el estado de California aprobó en referéndum la legalización del cannabis medicinal. En los años siguientes le siguieron Canadá y Países Bajos en 2001. Israel lanzó su programa de cannabis medicinal en 2007.
En primera instancia la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE, en inglés INCB), organismo de Naciones Unidas encargado de velar por la correcta aplicación de los tratados internacionales sobre drogas, no tardó en reaccionar. La Junta criticó a estos países por contravenir los principios de los tratados, aunque estos permiten los usos médicos y científicos de las sustancias fiscalizadas.
A pesar de ello, otros países y territorios se fueron sumando a la regulación medicinal, al considerar que paliar el sufrimiento de las personas que utilizan cannabis para aliviar sus dolencias no constituye una violación de los convenios internacionales sobre drogas, sino que garantiza derechos humanos universalmente reconocidos, como lo son el derecho a la salud y el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental.
Esto dio lugar a que en 2014 la JIFE se rindiera a la evidencia y estableciera, en su Informe Anual de ese año que “la Convención Única permite a los Estados parte del uso del cannabis con fines médicos”.
Solo bajo prescripción médica
Los criterios que han de cumplir los Estados que desean implementar programas de cannabis medicinal sin dejar de cumplir las normas internacionales son fundamentalmente dos:
-
El primero, el gobierno ha de establecer una oficina encargada del control y la distribución del cannabis.
-
El segundo, dicho cannabis únicamente puede ser adquirido bajo prescripción médica, de tal forma que no pueda ser derivado al mercado ilícito.
La JIFE considera expresamente prohibido el cultivo de cannabis para uso personal con fines médicos, pues afirma que esto supondría un riesgo elevado de que las personas que lo cultivan por necesidades médicas puedan derivarlo al mercado ilícito, o favorecer el acceso al mismo por parte de terceros.
Muchos son los aspectos destacables de los diferentes programas de cannabis medicinal existentes en el mundo. Quizá los ejemplos más paradigmáticos sean los de Países Bajos e Israel.
En Israel se dispone además de una gran variedad de productos de cannabis, entre ellos diferentes aceites realizados con la planta. Además, gracias a su programa de cannabis medicinal, el país se ha convertido en la primera potencia mundial en investigación médica con cannabis.
Cada vez más investigaciones concluyen que muchos pacientes sustituyen sus tratamientos con ansiolíticos, antidepresivos o analgésicos por el uso de cannabis.