Uruguay en el año 2013 se convirtió en el primer país del mundo, en el que el estado asumió todo el control de la producción y comercialización del cannabis recreativo, para terminar así con el narcotráfico y mejorar la salud de la población.
Uruguay es una especie de isla en América Latina. Rodeado por Argentina y Brasil, dos gigantes en los que la inestabilidad política, económica y social son una constante, este pequeño país de 3,4 millones de habitantes destaca en la región por su democracia plena y por tener los mejores indicadores en cuanto a pobreza y desigualdad.
También se distingue del resto de países latinoamericanos por una serie de leyes progresistas que han sido aprobadas en los últimos 15 años por el gobierno del izquierdista Frente Amplio.
Entre esas normas, destaca una pionera en el mundo que se aprobó en diciembre 2013, cuando el Estado uruguayo asumió el control de la producción, comercialización y distribución de la marihuana con el objetivo de “terminar con el narcotráfico y mejorar la salud de la población”.
Legalizar el cannabis con fines que exceden lo terapéutico suponía tomar una vía alternativa a la tradicional regulación prohibicionista imperante en el mundo y no han sido pocos los obstáculos a los que se ha enfrentado y sigue enfrentándose hoy en día esta ley.
Pionera, pero no perfecta: 11 años de la legislación del cannabis de uso adulto en Uruguay
La negación de los bancos a trabajar con empresas que comercializan cannabis, el avance del turismo cannábico y los mercados clandestinos surgidos a raíz de la ley o el escaso desarrollo del cannabis medicinal son algunos de los problemas a resolver tras 11 años de regulación.
Sin embargo, pese a los problemas, las resistencias de parte de la sociedad y del propio aparato del Estado, Uruguay ha establecido un modelo innovador desde una óptica de derechos humanos y ha marcado un camino para otros países que ahora se plantean un proceso similar.
La norma uruguaya estableció tres caminos legales para acceder a la marihuana con fines recreativos: el auto cultivo, que permite hasta seis plantas por hogar, los clubes cannábicos, con hasta un máximo de 99 plantas, y la venta en farmacias. Esta tercera vía habilita al usuario a comprar marihuana en envases de cinco gramos por 220 pesos (algo más de seis euros) y hasta un máximo de 40 gramos por mes. Las dos variedades que se pueden adquirir son índica y sativa, que contienen entre un 7% y 9% de THC.
En Uruguay hay tres caminos para acceder al cannabis: el auto cultivo de hasta seis plantas, los clubes cannábicos y la venta en farmacias.
En cualquiera de las tres opciones el consumidor debe inscribirse en un registro, pues de lo contrario la actividad sería ilegal y podría incluso enfrentarse a penas de cárcel. Además, solo los ciudadanos nacionales o con residencia legal en el país pueden acceder a la marihuana con garantía estatal, por tanto, los turistas quedan descartados.
Según datos del Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA), del total de 97.408 usuarios registrados para acceder a la marihuana legal, 71.843 la compran en farmacias, mientras que 11.708 se decantan por cultivarla en sus casas y los 13.867 consumidores restantes pertenecen a alguno de los 410 clubes cannábicos que existen en el país.
Bloqueo bancario
La venta libre de marihuana en Uruguay es un éxito empañado por dificultades imprevistas, como el veto de bancos a las farmacias que la venden.
La venta de marihuana en farmacias, la parte más complicada de la ley se habilitó mucho más tarde que las otras dos vías, en julio de 2017. Para poder comprar marihuana en alguna de las 40 farmacias habilitadas en el país es obligatorio registrarse, tener más de 18 años y ser ciudadano o residente en Uruguay.
Tan solo unos días después de echar a andar esta nueva vía de distribución, la misma se topó con el veto de la banca estadounidense, un problema que aún sigue siendo un quebradero de cabeza para muchos farmacéuticos.
Las entidades bancarias se niegan a trabajar con empresas que estén vinculadas al cannabis por el temor a ser sancionadas en el exterior, pues pese a que Uruguay haya legalizado la venta de marihuana con fines recreativos, el dinero proviene de un negocio considerado como ilegal en la mayoría de los países del mundo.
Ante esta situación, las farmacias se las ingenian como pueden y algunas han optado por funcionar en efectivo.
Pese a esa presión del sistema financiero de Estados Unidos, en los últimos años ha habido una cierta apertura, pues Washington manifestó en febrero de 2018 su interés en permitir que los bancos estadounidenses puedan manejar dinero procedente del mercado de la marihuana legal, decisión en la que también ha influido el hecho de que en Canadá se legalizara en octubre del mismo año el consumo recreativo del cannabis.
Otro de los problemas que han vivido al principio las farmacias uruguayas es que la demanda ha sido muy superior a la oferta pues inicialmente solo dos empresas eran las que producían cannabis con fines recreativos. Para paliar este cuello de botella, el gobierno uruguayo en febrero de 2019 hizo una licitación para aumentar con cinco nuevas empresas la producción de este tan demandado producto.
Combate al narcotráfico
Según un informe del IRCCA, se estima que la ley de regulación de la marihuana en Uruguay ha logrado arrebatar al narcotráfico del orden de los 22 millones de dólares en los últimos años. Se trata de un golpe importante contra el mercado negro de nuestra bien amada planta, pero este mercado paralelo aún resiste y se mantiene presente en el país.
Así pues, las redes de narcotráfico han pasado de controlar el 58% del mercado de marihuana al solamente 24% actual, recurriendo los consumidores cinco veces menos al narcotráfico según un estudio reciente.
El cannabis que se comercializa en Uruguay de forma ilegal procede principalmente de Paraguay, el mayor productor de marihuana en Sudamérica. Se trata eso si de un producto de baja calidad que incluye semillas, ramas y hojas, y que al estar mal prensado y no secarse bien, suele tener hongos. El llamado “prensado paraguayo” sigue siendo la única opción para los consumidores que tienen menos recursos económicos, ya que 25 gramos cuestan aproximadamente 500 pesos, unos 11 euros al cambio.
Turismo cannábico, una realidad imparable
No hay nada mejor que visitar los grow shops, tiendas especializadas en semillas y accesorios para el cultivo de la planta, para confirmar que el turismo cannábico en el país es ya toda una realidad, pese a la prohibición de la ley.
Entre sistemas de iluminación, fertilizantes y aparatos para trocear la planta, en estos “comercios especializados” la ley no les permite acceder a la marihuana legal, lo que constituye toda una contradicción.
Muchos responsables de este tipo de negocios consideran que Uruguay esta dejando pasar una gran oportunidad de negocio, al prohibir la venta de marihuana a los turistas, porque al final de una forma u otra la van a acabar de conseguir. El estado deja de esta forma de percibir una importante cantidad en concepto de impuestos.
Tras la implementación de la ley se ha creado un segundo mercado gris, en el que cultivadores domésticos o miembros de clubes registrados desvían parte de su producción a la venta, principalmente a turistas.