En lo que se refiere a sus acciones medicinales, y según prestigiosos informes de como por ejemplo, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE. UU., o del Health Canada, existen evidencias científicas de que el cannabis, a través de su cannabinoide más paradigmático, el A9-tetrahidrocannabinol (THC), es efectivo para el tratamiento de síntomas asociados a diversas enfermedades, especialmente el dolor crónico de distintas etiologías, náuseas y vómitos en pacientes de cáncer tratados con quimioterapia, espasticidad en pacientes de esclerosis múltiple y trastornos del sueño en pacientes con ciertas enfermedades.
A estas aplicaciones terapéuticas, digamos clásicas, se suman otras estudiadas más recientemente, entre las cuales destaca el empleo de otro cannabinoide, el cannabidiol (CBD), para atenuar las convulsiones en epilepsias infantiles, así como para disminuir el riesgo psicótico del THC y hacer por tanto más seguro el uso del cannabis.
Estos efectos de los cannabinoides en conjunto permiten atenuar distintos síntomas simultáneamente y, por tanto, matar varios pájaros de un tiro. Sirva como claro ejemplo el tratamiento paliativo de los enfermos de cáncer, en los que, con los cannabinoides, se pueden combatir las náuseas y vómitos, el dolor, la pérdida de apetito, la ansiedad y el insomnio.
Aparte de los efectos terapéuticos, para cualquier medicamento en general y psicofármaco en particular debemos sopesar sus efectos perjudiciales. El perfil de seguridad del cannabis y los cannabinoides en el contexto clínico es más que razonable y los efectos secundarios como somnolencia, desorientación, confusión, cansancio, sequedad de boca y taquicardia que aparecen en algunos pocos pacientes suelen caer dentro de los márgenes aceptados para otros medicamentos.
Con estas precisiones contextúales, y sin ninguna intención de banalizar el uso del cannabis, este se suele asociar a menores riesgos para la salud de los adultos que otros psicofármacos como opioides, psicoestimulantes, benzodiacepinas y barbitúricos, así como, no lo olvidemos, que nuestras dos drogas legales el alcohol y el tabaco.
SATIVEX Y MÁS CANNABIS MEDICINAL
Desde las instancias oficiales de nuestro país no se quiere ni oír hablar del derecho al uso recreativo del cannabis y con respecto a su uso terapéutico se nos dice que para qué queremos cannabis medicinal si ya tenemos Sativex. Este único medicamento aprobado en España, que contiene THC y CBD en su composición, para el tratamiento sintomático de la espasticidad asociada a la esclerosis múltiple, se encuentra como Gary Cooper “Solo ante el peligro”.
La cuestión, señores gobernantes, no es “Sativex o cannabis”, sino “Sativex y cannabis”, como, lógicamente, han decidido ya muchos de los países de nuestro entorno que ya han regulado el cannabis medicinal de forma más abierta e integral, pues las posibilidades terapéuticas son numerosas y no pueden circunscribirse solamente a un único producto aprobado, hoy en día, por las autoridades sanitarias de nuestro país.
Si bien esto constituye un pequeño avance, cabe destacar que es muy limitado y con muchos “peros”, según la opinión del Observatorio Español del Cannabis Medicinal (OECM) y otros colectivos de pacientes.
En este sentido Sanidad deja los cogollos de marihuana fuera de su proyecto de regulación del cannabis medicinal y limita mucho el uso de este, pues solo podrá ser recetado por médicos especialistas y no de atención primaria y solamente se dispensará en farmacias hospitalarias y no en las comunitarias. Ambas cuestiones son para las asociaciones de pacientes un gran error, pues limitan mucho el acceso de los pacientes a los tratamientos con cannabis medicinal.
En definitiva vamos avanzando, pero muy poco a poco, en relación con otros países de nuestro entorno, así que paciencia y a ver si finalmente se aprueba dicho Real Decreto.