¿Reglamentar el cannabis o seguir prohibiéndolo? La respuesta parece evidente: es mejor reglamentar que prohibir. Si se regulase la planta y sus derivados, el control de la producción, distribución y consumo, lo tendría el Estado. Hoy, bajo la prohibición ese control lo tienen los traficantes.
El Estado podría aplicar controles sanitarios, garantizar la calidad del producto e informar sobre composición, dosificación y posibles efectos adversos; los traficantes se evitan estas garantías.
Por otro lado, el control estatal supondría someter la producción y el consumo a imposición fiscal y, aun no siendo este argumento el más importante para preconizar un régimen de regulación, tampoco es despreciable. Naturalmente, el traficante no tributa, ni cobra IVA, recibiendo entera la prima de la prohibición.
Especial mención merece la prevención y la reducción de riesgos: para el Estado es más fácil hacer una política de prevención de consumos no deseables desde un régimen de reglamentación que desde la represión; por ejemplo, utilizando a los agentes de la distribución como mensajeros de la prevención.
En un marco legal muy precario, desde las Asociaciones Cannábicas como la nuestra, ya venimos realizando muchas de estas funciones: como la de garantizar la calidad de nuestro cannabis, de acceso exclusivo a personas asociadas MAYORES DE EDAD, a la par de fomentar una política de reducción de riesgos.