
El consumo recreativo de cannabis se realiza por dos vías: inhalado o ingerido. Para los pacientes terapéuticos hay muchas más posibilidades que se ajustan a sus necesidades concretas: inhalar, comer, parches, cremas, aceites... De una misma planta podemos obtener diferentes productos que actúan de distintas maneras en nuestro organismo.
Cada vez son más los pacientes que utilizan cannabis para paliar los síntomas o necesidades que otros medicamentos no cubren: bien porqué son altamente adictivos como benzodiacepinas y opiáceos, o bien porque son complejos de manejar y sus efectos secundarios son malos compañeros de viaje: antidepresivos, anticonvulsivantes…
Vivir sin calidad de vida y con una enfermedad crónica es algo muy complejo de explicar para todos aquellos que no la padecen. Es difícil empatizar con un sufrimiento ajeno que no tiene solución. Pero lo que si está claro es que el dolor no puede esperar.
Consecuentemente, algunas de las soluciones médicas que tienen al alcance los pacientes no son suficientes para cubrir todas sus necesidades para alcanzar el bienestar. Es ahí cuando las personas se saltan las normas y desobedecen para conseguir algo tan sagrado como lo es su calidad de vida.
Son personas que necesitan ayuda con la analgesia, su estado de ánimo, el apetito o para conseguir conciliar un sueño plácido y reparador. Hay que reconocer que, por desgracia en la gran mayoría de las ocasiones, la legislación vigente se lo pone muy difícil.

Inhalación: vaporizar o fumar
Hay muchas formas de consumir el cannabis. Inhalar mediante el uso de vaporizadores, aparatos electrónicos que calientan a temperaturas ideales para obtener el beneficio de los cannabinoides, terpenos y flavonoides de la planta. Esta es una de las formas más rápidas y eficaces, cuando un paciente necesita un alivio rápido. El efecto al vaporizar es mucho más limpio y efectivo que fumando y permite poder regular mejor a sus usuarios la psicoactividad.
Otra de las formas más rápidas y utilizadas, a la par de obvia, es la de fumar, pero esta desde un punto de vista estrictamente médico resulta la más desaconsejada, por ser la más dañina para el cuerpo, más si cabe aún al tratarse de personas con algunas carencias ya en su salud.
Con respecto a los vaporizadores, cabe destacar que resulta de vital importancia que estos aparatos estén perfectamente certificados por la UE, ya que, al subir a temperaturas de 220 grados, han de garantizar que sus componentes eléctricos son fiables y que los pacientes no inhalaran componentes nocivos de su circuitería fundida.

Uso oral: aceites, infusiones y comestibles
Cuando un paciente terapéutico busca un efecto más prolongado, puede optar por la vía oral, mediante el uso de aceites, infusiones o comestibles, pero son claramente los aceites con los que se dosifica mejor la cantidad más adecuada. Para elaborar aceites existen muchas formas de hacerlos: mediante extracciones o maceración en aceite de oliva durante semanas.
Es cierto que hacer extracciones puede resultar peligroso y engorroso para hacerlo uno mismo en casa, porque se manejan sustancias tóxicas e inflamables, pero mientras no lo ofrezca la Seguridad Social, muchos pacientes se tienen que buscar la vida así.
Afortunadamente con lo que respecta a los aceites de CBD medicinales, la legislación en nuestro país ha avanzado algo y ya muchos pacientes se pueden orientar en centros de información especializados y adquirirlos en determinadas tiendas físicas o virtuales con ciertas garantías.


